Marruecos parece no aceptar que internacionalmente no se reconoce la marroquinidad de lo que considera sus “provincias del sur”, el Sahara Occidental, al no reconocer el derecho a la palabra de las poblaciones oriundas del territorio. Ahí reside la principal limitación de su política hacia la región sahariana. En este artículo se defiende, por medio de una argumentación histórica, que la asociación del Sahara Occidental con Marruecos podría aportar ventajas tanto a marroquíes como a saharauis, poniendo fin de manera definitiva a un conflicto demasiado largo y que provoca tanto sufrimiento en la población saharaui, al mismo tiempo que crea continuos problemas internacionales a Marruecos. Pero para ello, las autoridades de este país deben aceptar que quien tiene la llave no son otros que los propios saharauis y que sin una verdadera democracia y un estado de derecho que les haga sentir en confianza y con sus derechos garantizados, la integración nunca podrá ser posible. Las reticencias mostradas para acabar con la política de excepción que vive el territorio del Sahara controlado por Marruecos, en comparación con el clima general que vive el país, dificultan que se avance hacia una solución del problema.